Desde el siglo XVIII hasta nuestros días, el debate entre poder político y económico (servicio público, propiedad privada) domina el escenario europeo desde el Atlántico a los Urales, imponiéndose el segundo, en los últimos tiempos, a un poder político debilitado.  Simultáneamente, el poder cultural, tras el apogeo del Siglo de las Luces, se disipa poco a poco. Desgarrada entre valores laicos y moral religiosa, marginada por las filosofías de la desconfianza –marxismo, freudianismo, estructuralismo-, que ponen en tela de juicio la libertad del sujeto, la influencia cultural se restringe a la esfera privada, a la vida familiar y al tiempo libre.

Lo que era válido al alba del siglo XIX, no se ha visto desmentido al alba del XXI: el arte raramente es promovido por sí mismo, por lo que representa y supone. “Nuestros motivos ya no son inocentes”, reconocía –creo que en 1986- Philippe de Montebello, director entonces del Metropolitan Museum de Nueva York. Cabría preguntarse, únicamente desde una perspectiva pesimista, si alguna vez lo fueron. Porque paralelamente a las razones políticas, también las razones económicas han jugado constantemente un importante papel en toda actividad cultural.

Más de treinta años después de aquellas tres exposiciones iniciales de pura y dura catalogación y difusión, exposiciones que consiguieron atraer numerosísimo público, no solamente local y regional, sino también a especialistas en Goya de la  importancia de  un imborrable profesor Julián Gállego, una Manuela Mena o una Eleanor Sayre, entre otros muchos y  situados ya en un nuevo siglo, nos anuncian  ahora con gran publicidad que un bien nutrido y entusiasta grupo de profesores de la Universidad de Zaragoza, muchos de ellos, se responsabilizan de un nuevo proyecto al parecer muy ambicioso y globalizador, sobre la Sociedad Económica. La comisión de especialistas –Guillermo Fatás, Domingo Buesa, Guillermo Redondo, Eloy Fernández Clemente, Dolores Albiac, Guillermo Pérez Sarrión y José Francisco Forniés-, pronostican que será la gran exposición del año 2014 en esta ciudad, por encima de cualquier otra que nadie pueda mostrar -entendemos- y que en consecuencia distinguirá tanto la actividad cultural de Zaragoza, como la ineluctable repercusión externa a toda clase de escalas y que por supuesto contará con un catálogo-libro que, en consonancia, se supone que constituirá una publicación de referencia. En la convocatoria pública de la muestra se señala (sic) que “en el Patio de la Infanta vamos a mostrar nueve goyas que hasta ahora solo se han visto en fotografía” (¡). Veremos.

A este propósito, el de las grandes exposiciones, no podemos sin embargo dejar de citar aquí que hace ahora veinte años  se produjo un hecho especialmente singular, que llegaría a cambiar radicalmente el concepto de lo que son exposiciones históricas sobre la Ilustración y su coherencia interna. Me refiero a la figura singular de Jean Clair, seudónimo de un soberano historiador de arte francés, Gérard Régnier, que en calidad de director del proyecto y de su catálogo y que con la colaboración de Jean-Pierre Changeux, Michel Lemire, Jean-François Debord, Bruno Jacomy, Alain Mercier, Heinz Schott, Frédéric Charvet, Henri Bonnet, Laura Bossi, Roy Porter, Elisabeth Madlener, Claudio Pogliano, Philippe Sorel, Aaron Sheon, Pietro Corsi, Barbara Larson, Erika Krause, Peter Strasser, Anthea Callen, Anne Harrington, Philippe Comar, Alain Prochiantz, Jacqueline Carroy, Jean-David Jumeau-Lafond, Wieland Schmied, Mark Gisbourne, Germano Celant, Cathrin Pichler y Laurence Kahn  organizó y presentó en las Galerías nacionales del parisino Grand Palais una exposición , “L’âme au corps (arts et sciences  1793 – 1993”), verdadero hito a escala universal y que desde entonces constituye el canon que debe regir toda manifestación en el territorio que se nos anuncia en Zaragoza; es decir, en aquellas exposiciones , y publicaciones, que traten asuntos eruditos o científicos concernientes a la Ilustración y por tanto a la libertad del hombre y sus derechos, al estudio, al dibujo, el grabado y la pintura, a  la anatomía, a la academia, al hombre máquina, a los tiempos de la frenología, a la evolución, al hombre profético, a las emociones y el sueño y a la propia alma. Globalizadoras de cuantas iniciativas puedan considerarse como corrientes innovadoras, propias de la Ilustración.

Por supuesto, la canónica “L’ame au corps” estuvo acompañada de un catálogo-libro  en gran formato, de 560 páginas y excelentemente ilustrado, editado por empresas del prestigio de Gallimard y Electa. Un buen ejemplo de la influencia de dicho canon lo fue la muestra titulada “Mélancolie,( génie et folie en Occident)”, también dirigida por Jean Clair e igualmente presentada entre octubre de 2005 y enero de 2006 en  el Grand Palais parisino y más tarde (febrero a mayo de 2006) en  la Neue Nationalgalerie de Berlin.

Entre ambas, aunque quizás tomada un poco lateralmente, será interesante citar “La peinture comme crime, ou la part maudite de la modernité” que dirigida por Régis Michel se presentó en el Museo del Louvre –hall Napoleon- entre el 15 de octubre de 2001 y el 14 de enero de 2002.

En España es digna de recordar la denominada  “Goya e Italia” de Joan Sureda (Zaragoza, junio-septiembre 2008).  Y también en Europa,  las posteriores “Renaissance to Goya” de Mark P. McDonald en el British Museum (2012), o la de “L’ange du bizarre” de Côme Fabre y Felix Krämer (Museo d’Orsay y Museo de Frankfort), en 2013.

Por ley natural no confiamos que éste sea de nuevo el caso en la exposición que se nos anuncia ahora para Zaragoza, al menos en lo material y presupuestario, aunque sí es de esperar que tratándose de ilustres profesores de nuestra facultad de letras, la brillantez del proyecto y su puesta en página sean merecedoras de aplauso general en todos los ámbitos. Y que, en efecto, constituya la cima expositiva del año, sobreponiéndose a la apertura de nuevos centros culturales y de manifestaciones y foros de todo tipo que puedan mostrarse a los zaragozanos y sus visitantes, iluminando a cuantos tengan la fortuna de ver la exposición anunciada para abril de 2014, y paladeen el libro-catálogo que, estoy seguro, divulgará  con rigor y meticulosidad  la historia y fondos artísticos, documentales, científicos y filosóficos de tan prestigiosa institución zaragozana.

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“La Infanta” por Goya, 1783 Oleo sobre lienzo, 151,2 x 97,8 cm. Munich, Alte Pinakothek

Por otra parte es sabido que en el Siglo de las Luces éstas no son sólo las del espíritu, sino también las de la vida cotidiana, y que en el mundo de las ciudades europeas y de las clases superiores de la sociedad –es el caso de la zaragozana Sociedad Económica- tanto en el vestido como en el amueblamiento triunfaban los tintes claros y luminosos, los colores alegres, las tonalidades “pastel”, principalmente en la gama de los azules, los rosas, los amarillos y grises. Bien que en España el negro sigue entonces siendo dominante, sin embargo retroceden los tonos marrones, violetas o carmesís, las relaciones oscuras y saturadas y los contrastes violentos de siglos precedentes.  Además de la correcta conservación de las obras de arte, de la iluminación, sus tonos, la humedad y las demás obligadas cuestiones técnicas, ¿se deberían  tener en cuenta esta clase de sutilezas en la puesta en escena de la exposición que nos ocupa?.  Sería preferible y hasta exigible, porque en caso contrario nos limitaremos, una vez más en esta hoy daltónica ciudad, a los consabidos rojos cromatológicamente sin origen conocido, o a la también habitual combinación desajustada del amarillo brillante con azul celeste, desgracia invariante en exposiciones zaragozanas de los últimos años, en una población completamente reñida con el color en la que éste sigue siendo un añadido insalvablemente horrible. A manera de ejemplo, invitamos a ver el Paraninfo de la Universidad, o por poner otro ejemplo mucho más reciente, la fachada adyacente de la Diputación Provincial en la cada día peor tratada Plaza de España. ¿Seguirán siendo los especialistas como Juan Carlos Sanz y Rosa Gallego, o un Michel Pastoureau,  unos perfectos desconocidos por estos lares?.

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Alzado del interior del patio de la casa Zaporta, según Prentice, 1893.

Por último y como causa principal y clave de todo lo dicho hasta aquí, reiterar que por encima de todo se trata de Goya y de obras de Goya, de su correcta conservación, transporte, manipulación y exhibición. Es Goya y en consecuencia son obras de arte de importancia capital, que no pueden ni deben quedar expuestas a ningún tipo de inclemente ligereza. Es de desear que en esta inminente ocasión no se pierdan inútilmente energías ni presupuesto en salvas de vulgar márquetin de cartón piedra estropeando, una vez más, el escaparate y la vecindad del Patio de la Infanta ni proporcionando, como actualmente, una imagen de castiza mercadotecnia, distorsionada, incongruente y provinciana de un monumento ejemplar y esencial para el conocimiento del renacimiento zaragozano. Porque en el espíritu de cuanto decíamos anteriormente y ahora insistimos en ello, también en esta clase de acompañamientos mal entendidos desde siempre las exposiciones han padecido la discordancia entre lo que esperaban de ellas sus visitantes y lo que ellas proponían, o pretendían proponer.  Si bien es cierto que muchas exposiciones –porque no han sido pocas- han sido y están siendo espléndidamente útiles para el mejor conocimiento y difusión de la cultura española, serán ahora ineludibles para una buena función educadora la calidad selectiva y el rigor intelectual. Por tanto, ya no valen manifestaciones fuera de escala, o de foco, o de la realidad y el respeto. En los tiempos que nos ha tocado vivir, a la hora de utilizar un  amplio presupuesto y en la necesidad de explicar nuestro pasado para conocernos, es mandato ineludible el alto nivel de exigencia, la sutileza y la excelencia y, por supuesto, menos descuido frívolo, menos colorines, menos desmesura de formas, menos fusiones incoherentes, menos ocultamientos de la realidad arquitectónica, menos despistes infantiles, menos apuntarse tantos ya registrados, menos carpintería y más cuidar con esmero y devoción el patrimonio de todos.

Gonzalo de DiegoFrom the 18th century to the present day, the debate between political and economic power (public service, private property) dominates the European scene from the Atlantic to the Urals, being imposed the second in recent times to a weakened political power. At the same time, cultural power, after the height of the Age of Enlightenment, gradually dissipates. Torn between secular values and religious moral, marginalized by the philosophies of distrust -Marxism, Freudianism, structuralism-, which put into question the freedom of the subject, the cultural influence is restricted to the private sphere, family life and leisure time.

What was true at the dawn of the 19th century has not been debunked at the dawn of the 21st: art is rarely promoted by itself, by what represents and means. “Our reasons are no longer innocent”, recognized -I think that in 1986- Philippe de Montebello, Director then of the Metropolitan Museum in New York. One might wonder, just from a pessimistic view, if it were ever. Because in parallel with political reasons also economic reasons have played consistently an important role in all cultural activity.

More than thirty years after those three initial exhibitions of pure and hard cataloguing and dissemination, exhibitions that were able to attract huge public, not only local and regional, but also specialists in Goya with such an importance as the unforgettable Professor Julián Gállego, Manuela Mena or Eleanor Sayre, among many others, and located in a new century, they announce us now with great advertising that a large and enthusiastic group of professors of the University of Zaragoza, many of them, are responsible for a new project that seems very ambitious and comprehensive about the Economic Society. The Committee of experts -Guillermo Fatás, Domingo Buesa, Guillermo Redondo, Eloy Fernández Clemente, Dolores Albiac, Guillermo Pérez Sarrión and José Francisco Forniés, predict that it will be great exhibition of the year 2014 in this city, above any other that nobody may show -we understand- and that therefore will differentiate the cultural activity in Zaragoza as the inevitable external impact to all sorts of scales, and that will of course have a catalogue that, accordingly, assumes that it will constitute a reference publication. In the public announcement of the exhibition it sates (sic) that “in the Patio de la Infanta are going to be shown nine Goya’s that until now have only been seen in photography” (!). We will see.

In this regard, that of major exhibitions, we cannot however mentioned here that is now twenty years was produced a unique fact, which would radically changed the concept of what are historical exhibitions on the Enlightenment and its internal coherence. I am referring to the singular figure of Jean Clair, pseudonym of a sovereign French Art Historian, Gérard Régnier, that as Chief of Project and its catalogue, and with the collaboration of Jean-Pierre Changeux, Michel Lemire, Jean-François Debord, Bruno Jacomy, Alain Mercier, Heinz Schott, Frédéric Charvet, Henri Bonnet, Laura Bossi, Roy Porter, Elisabeth Madlener, Claudio Pogliano, Philippe Sorel, Aaron Sheon, Pietro Corsi, Barbara Larson, Erika Krause, Peter Strasser, Anthea Callen, Anne Harrington, Philippe Comar, Alain Prochiantz, Jacqueline Carroy, Jean-David Jumeau-Lafond, Wieland Schmied, Mark Gisbourne, Germano Celant, Cathrin Pichler and Laurence Kahn organized and presented at the national galleries of the Grand Palais du Paris an exhibition, “L’âme au corps (Arts et Sciences 1793-1993)”, true milestone in universal scale and since then is the canon that should govern all artistic and cultural manifestation that boasts, in the territory that is announced in Zaragoza; this means, in those exhibitions and publications dealing with scholars or scientific matters relating to Enlightenment and therefore freedom of man and his rights, study, drawing, engraving and painting, anatomy, academy, machine man, phrenology times, evolution, prophetic man, to the emotions and the dream and the own soul. Globalizing many initiatives might be considered as innovative streams from Illustration.

Of course, the canonical “L’ame au corps” was accompanied by a catalogue in large format, 560 pages and excellently illustrated, edited by publishers like the prestigious Gallimard and Electa. A good example of the influence of that canon was the exhibition entitled “Mélancolie, (Génie et folie en Occident)“, also directed by Jean Clair and equally presented between October 2005 and January 2006 in the Grand Palais du Paris and later (February to May 2006) at the Neue Nationalgalerie in Berlin.

Among the two of them, although perhaps taken a little sideways, will be interesting to mention “La peinture comme crime, ou la part maudite de la modernité” directed by Régis Michel arose in the Louvre Museum -hall Napoleon- between October 15th 2001 and January 14th 2002.

In Spain it is worthy to remember the so-called “Goya and Italy” of Joan Sureda (Zaragoza, June-September 2008). And also in Europe the later “Renaissance to Goya” of Mark P. McDonald in the British Museum (2012), or “L’ange du bizarre” of Côme Fabre and Felix Krämer (d’Orsay Museum and Museum of Frankfort), in 2013.

By natural law are not confident that this is again the case in the exhibition which is now announced for Zaragoza, at least in the material and its budget, although it is expected that in the case of illustrious professors of our University the brilliance of the project and its implementation in page are deserving of general applause in all areas. And to, in effect, constitute the top exhibition of the year, overcoming the opening of new cultural centres and events and forums of all kinds that can be displayed to Zaragoza citizens and its visitors, enlightening those who have the fortune of seeing the exhibition announced for April 2014, and taste the catalogue-book which, I am sure, will report with rigor and meticulous the history and artistic backgrounds, documentary, scientific and philosophical, of such a prestigious institution of Zaragoza.

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“La Infanta” por Goya, 1783 Oleo sobre lienzo, 151,2 x 97,8 cm. Munich, Alte Pinakothek

On the other hand it is well known that in the Century of Lights these are not only those of the spirit, but also the ones of everyday life, and that in the world of European cities and the upper classes of society -is the case of the Zaragoza Economic Society- both in dress as in the furnishing also clear and bright dyes, the bright colours, pastel tones, mainly in the range of the blue, pink, yellow and gray. While in Spain the black then remains dominant, however step back the brown, purple or crimson tones, dark and saturated relations and violent contrasts of preceding centuries. Besides the correct conservation of master pieces, lighting, shades, moisture and other required technical issues, should take into account this kind of subtleties in the staging of the exhibition that we are concerned? It would be preferable and even enforceable, because otherwise we will be limited, once more in this today colour-blind city, the usual red with unknown origin, or to the also usual misadjusted combination of bright yellow with blue azure, invariant misfortune in Zaragoza exhibitions of the last years, in a population completely incompatible with the colour at which this is still an irretrievably awful additive. As an example, we invite you to see the University Auditorium in Plaza de Paraíso, or the adjacent facade of the Provincial Council in the everyday worse treated Plaza de España. Will remain the specialists such as Juan Carlos Sanz and Rosa Gallego or Michel Pastoureau a perfect unknown in this latitude?

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Alzado del interior del patio de la casa Zaporta, según Prentice, 1893.

Finally and as a key and main cause of everything said so far, insist that above all is Goya and the works of Goya, their correct conservation, transport, manipulation and display. It is Goya and consequently they are art works of big importance, which cannot be exposed to any kind of inclement lightness. It is desirable that for this imminent time energies are not lost unnecessarily nor budget in salvos of vulgar marketing of papier-mâché spoiling, once again, the showcase and the vicinity of the Patio de la Infanta nor providing, as currently, traditional marketing image, distorted, incongruous and provincial, of an exemplary and essential monument for the knowledge of Renaissance in Zaragoza. Because in the spirit of what we said earlier and now we insist on this, also in this class of accompaniments misunderstood always, exhibitions have experienced the discrepancy between what their visitors expected from them and what they were proposing, or intended to propose. While it is true that many exhibitions -because they were not few- have been and are being splendidly useful for better understanding and dissemination of Spanish culture, are now inescapable selective quality and intellectual rigor. Therefore, already are not worth demonstrations out of scale, or focus, or reality and respect. In the times that we have had to live, when using a broad budget and need to know our past to know us, is unavoidable mandate the high level of demand, subtlety and excellence and, of course, less frivolous neglect, less colourful, less excess of ways, less incoherent mergers, less concealment of architectural reality, less children’s forgetfulness, less score points already registered, less carpentry and more care with dedication and devotion the heritage of all.

Gonzalo de Diego