Blog sobre Francisco de Goya. Espacio de amistad que aglutine a todos aquellos amigos de Goya o de lo que representa Goya, a la manera de un club on line.

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Juan Apiñani, Torero de Calahorra

Varios son los vínculos que podemos establecer entre el genio de Fuendetodos y la bimilenaria ciudad de los mártires. Algunos de ellos están manifiestamente contrastados por la realidad de su obra, mientras que otros, a falta de corroborar, quedan en el aire como meras hipótesis o tibias especulaciones.

El aguafuerte catalogado con el número 20 de la serie de grabados de La Tauromaquia es la imagen que mejor evidencia la vinculación entre Goya y Calahorra.

Lleva por título Ligereza y atrevimiento de Juanito Apiñani en la de Madrid  y representa una de las suertes más famosas de la época: el salto de la garrocha, cuyo protagonista es un calagurritano coetáneo del pintor aragonés.

Juan Apiñani, natural de Calahorra, fue un diestro de mediados del siglo XVIII,  banderillero en las cuadrillas de José Romero y Martincho, y según narra el erudito ilustrado español José de Vargas Ponce en su obra escrita en 1807, Disertación sobre las corridas de toros, tuvo un hermano, Manuel el Tuerto, que fue matador de toros; también llamado el Tuertillo o el Navarrito, como afirma José María de Cossío en su célebre tratado Los Toros, era el jefe de cuadrilla a cuyas órdenes, además de Juan, estaban sus otros tres hermanos, los banderilleros Emeterio, Gaspar y Pascual.

Formaron la familia taurina más extensa de su tiempo y frecuentaron como cuadrilla la zona de Navarra y Aragón. Pamplona y Zaragoza, cuya plaza inauguraron en 1764, fueron escenarios de sus hazañas, así como Madrid donde Juan ya toreaba en la Corte desde 1750 según cuenta Nicolás Fernández de Moratín.

Su renombrado valor y meritoria habilidad, su soltura y agilidad en recortes y saltos fueron los rasgos más distintivos de su valía torera y las cualidades que le dieron fama en su época. Torea en Madrid hacia mediados de siglo; en Pamplona se presenta en 1752, donde torea los años siguientes. En 1764 estrenó la plaza de Zaragoza, en la que torea las corridas principales hasta 1770 excepto el año 1767.

 

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No tenemos certeza de que el protagonista del grabado fuese matador. No obstante, Néstor Luján, en La Tauromaquia: colección de las diferentes suertes y actitudes del arte de lidiar toros inventadas y grabadas por Francisco de Goya y Lucientes, hace referencia al éxito y al renombre que tuvo Juan Apiñani como torero de a pie y banderillero entre 1764 y 1770. Era, incluso, uno de los diestros mejor pagados de aquel entonces. Vargas Ponce cita una liquidación contable de 1769 que reza: “Por saltar al toro Apiñani, 240 reales”.  

La que quizá es la imagen más popular de La Tauromaquia, pertenece a ese grupo de estampas protagonizadas por los lidiadores y figuras del toreo más singulares de la época, en las que se recogen  las más variadas suertes, lances y quites del momento.

A diferencia de ese primer  grupo de láminas que ofrece una visión histórica de la fiesta y que Goya desarrolló como ilustraciones a partir del texto de Nicolás Fernández de Moratín, La carta histórica sobre el origen y progresos de las fiestas de toros en España,  el aguafuerte de Apiñani se integra en ese segundo grupo de estampas grabadas a partir de los recuerdos de su juventud, pues sabemos que fue presenciada por el propio pintor en sus años juveniles.

La afición del pintor aragonés por la fiesta taurina queda escrita en las cartas a su amigo Martín Zapater, que habitualmente terminan firmadas con el popular apodo Don Francisco el de los toros. Presumía incluso, ya al final de su vida en el exilio francés de Burdeos, de haber toreado en su juventud; lo sabemos por otro de sus amigos, Leandro Fernández de Moratín, quien lo refleja con estas palabras: “dice Goya que ha toreado en su tiempo y que, con la espada en la mano, a nadie teme. Va a cumplir ochenta años”.

Pensemos en el talento apasionado por los toros del genio aragonés. Veámoslo asistir y presenciar con sus ojos la belleza y el drama de aquello que acontecía en los ruedos españoles; pases y estocadas, escenas, sucesos diversos. Y no olvidemos el célebre “yo lo vi” que subyace en toda la obra del Goya maduro y que como leit motiv late en cada una de sus obras maestras. Esas representaciones visionarias, las escenas evocadas, los acontecimientos recordados son cosa vista; experiencias que Goya nos devuelve, vivencias que, en su trascendencia como arte, arrojan unas imágenes de penetrante emoción e intensísima fuerza visual.

En el caso de la imagen que representa al torero calagurritano, Goya puso en práctica la lúcida capacidad de su memoria visual para grabar la escena.

 

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Si Juan Apiñani toreaba hacia 1750 en Madrid como dice Moratín, y estaba en activo en ese lustro largo del último tercio del siglo XVIII que menciona Luján y que Vargas Ponce amplía hasta 1775, es imposible que durante la realización del aguafuerte (1814-1816), el torero de Calahorra continuase saltando al toro, dicho así con las palabras que Goya empleó para titular la escena, pues sabemos que el título original era este: Saltar el toro con palo.

Lafuente Ferrari, en La Tauromaquia, afirma que sobre los apuntes dados por Goya, muy escueto al titular sus escenas, Ceán Bermúdez especificó los nombres. De hecho es el ilustrado asturiano quien identificó al protagonista y el lugar del lance que Goya representa con este extenso y detallado enunciado: Ligereza y atrevimiento de Juanito Apiñani, alias el de Calahorra también en la de Madrid.

La fortuna crítica de la que goza esta obra se ha dilatado a lo largo del tiempo.

En 1917 el pintor y crítico de arte español Aureliano de Beruete, en su libro Goya grabador, hace referencia a la estampa del salto de la garrocha como uno de los más bellos aguafuertes de la serie y de una originalidad suprema.

A mediados del siglo pasado, el ensayista y erudito español José María de Cossío, asesorado por el historiador español del arte Enrique Lafuente Ferrari, en el segundo volumen de Los Toros considera el de Apiñani como el más bello y luminoso aguafuerte de la serie taurina, y uno de los grabados maestros de la producción goyesca.

El escritor y crítico de arte español del siglo XX Álvaro Martínez-Novillo en La tauromaquia en su contexto histórico considera la de Apiñani, de carácter lúdico, junto a la que representa la muerte del alcalde de Torrejón, de carácter dramático, como las dos obras maestras de la serie. “Es la perfección plástica sin más adjetivos”.

Otras voces autorizadas en la materia como el historiador del arte español, que fuera director del Museo del Prado entre 1983 y 1991, Alfonso E. Pérez Sánchez afirma que la estampa basada en la suerte que ejecuta el torero calagurritano es de las más bellas, y el intelectual e historiador del arte Julián Gállego la define como una de las más graciosas y arrebatadoras de su obra gráfica.

Paralelamente a este grabado realizado con la técnica del aguafuerte y aguatinta sobre un soporte de papel verjurado blanco, existe un dibujo a la sanguina que Goya concibe como estudio preparatorio. Sobre un papel verjurado ahuesado, se aprecian leves trazos de un segundo lápiz rojo que se suman a la sanguina dominante. Las medidas son algo más reducidas que en el caso del grabado; de los 245 x 353 mm. que este tiene de huella, el dibujo disminuye a 186 x 278 mm. El Museo del Prado lo ha fechado en la misma época (1814-1816) y le ha dado el mismo título.

Las diferencias entre una y otra obra, ligeramente ostensibles en la representación de sus elementos iconográficos, son más notorias en la expresión de sus aspectos formales. Las sutiles variaciones en la definición de detalles y en el fondo, que cambia la disposición de los espectadores son insignificantes en comparación a la considerable transformación del enfoque,  perceptiblemente más alejado del observador, pero radicalmente más conciso en su lectura, y a la intensidad de los contrastes en las masas de los valores tonales, acentuadas con un orden y rigor muy superiores en el caso del grabado.

Sorprende la verticalidad de la garrocha que, sobre el albero apuntada en el centro de la sombra unificada de la bestia y el hombre, parece simbolizar la gravedad y ejercer de árbitro equilibrador entre las diagonales opuestas: la de la levedad ascendente en sutil escorzo del torero y la de la briosa sacudida descendente de la embestida del toro.

Toda la tensión visual se concentra en ese punto de la arena donde el calagurritano clava la pértiga y que a la vez señala la alargada sombra como un tercer personaje de la acción, la figura desdibujada y desproporcionada de alguien que, a un tiempo, danza y se tambalea. Quizás la muerte.

Juan Apiñani tiene una plaza en Calahorra, de reciente edificación debido a que está situada en la zona nueva de la ciudad; con sólo quince años de existencia, pero muy concurrida por ser un atractivo y acogedor espacio de barrio donde juegan los niños entre la presencia de mayores que a la llegada del buen tiempo llenan la plaza. La continua actividad de la parroquia más joven de Calahorra, ubicada en los bajos de uno de sus laterales, aumenta la vitalidad que, por su estratégico emplazamiento, ya tiene.

 

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Desde 2004 el Club taurino de Calahorra, que en noviembre del presente celebra sus bodas de oro, concede un premio al mejor momento taurino de la feria de agosto, que lleva el nombre de Juan Apiñani. Realizado en bronce, reproduce las figuras del grabado goyesco, toro y torero con garrocha sobre una peana. El ganador del Trofeo Juan Apiñani en su primera edición fue el prestigioso rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza.

Es llamativo que el ayuntamiento de la ciudad no haya dado el nombre de tan ilustre calagurritano al coso taurino de Calahorra. Siquiera al actual, que data de 1924. Lleva por nombre La Planilla, por estar ubicado en un término de ese mismo nombre, al igual que el Campo de fútbol y el Cementerio municipal  emplazados no muy lejos de él. Aún así, llama la atención, todavía más, que ninguna corporación consistorial haya decidido cambiarlo desde entonces.

Ser figura del toreo en tiempos de la Ilustración y haber tenido el honor de ser inmortalizado por Goya en uno de sus más geniales grabados y emblemáticas imágenes no parece suficiente para que la plaza de toros de la ciudad que le vio nacer tenga su nombre.

Algo tuvo que ver en Apiñani el genio universal para dejar constancia de su torería, y otro tanto continúa viendo el paso del tiempo para revelarlo como uno de los iconos de toda su obra.

Francisco Javier Garrido Romanos

Pintor licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona.

Goya, Picasso y Francia (y II)

Se sabe que Goya acudió el 5 de mayo de 1820 a la Real Academia de San Fernando, en Madrid, a jurar la Constitución española de 1812. Y que cuatro años más tarde partió para Francia a los 78 años y, al decir de Moratín, en bastante mal estado: “sordo, viejo, torpe y débil” y además no sabía una palabra de francés. Sólo una amenaza a la propia vida, o la ineludible necesidad de seguir a los seres queridos, podían ser suficientes razones para desarraigarse de su país a tan avanzada edad.

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Plano de rutas de posta de Francia, año 1824. Trayecto seguido por Goya desde la frontera de España hasta París.
Map of France post house routes, year 1824. Route followed by Goya from the border of Spain to Paris.

Así pues, la justificación del viaje, tomar las aguas sulfurosas de Plombières, parece creíble y en principio adecuada a un hombre mayor y de quebrantada salud, bien que con mentalidad y actitud política y religiosa notoriamente significativas. Lo cual no obsta, sin embargo, para que Francisco de Goya fuera también objeto de vigilancia policial en Francia y existen, en tal sentido, informes sobre su conducta y movimientos. Al fin y al cabo no deja de ser un exiliado que frecuenta compañías consideradas peligrosas en cierto modo, como  sobre todo en los casos de sus amigos Silvela y Moratín. Y así consta en los archivos departamentales.

 

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Expediente policial sobre Goya.
Police file on Goya.

Se conserva el expediente policial (“Expediente ”Don Francisco GOYA” Policía del Reino). Goya es el único español residente en Francia, funcionario en ejercicio, pintor de la Corte, sometido a vigilancia por la policía francesa. El ministro del Interior francés transmite instrucciones al Prefecto de policía de Bayona en las que dice “que este extranjero que ha entrado en Francia por Bayona, se dirige a París, y debe visitar los establecimientos termales de los Vosgues. Y añade que sería interesante verificar si durante su estancia en París, D. Francisco de Goya, mantiene relaciones sospechosas que su empleo en la Corte harían todavía más inconvenientes. A este respecto se rodeará de vigilancia atenta, pero desapercibida, de la que se me comunicará los resultados, previniéndome del momento de su partida.”[/one_half][one_half_last]The police record is preserved («File Don Francisco GOYA” Police of the Kingdom). Goya is the only Spanish resident in France, civil servant in activity, a Court painter, subjected to surveillance by the French police. The French Minister of Internal Affairs transmits instructions to the prefect of police of Bayonne in which says that «this foreigner who has entered France through Bayonne goes to Paris and should visit the spas of the Vosges”. And he adds that “it would be interesting to check if during his stay in Paris, D. Francisco de Goya has suspicious relations that his employment at the Court would still be more inconvenient. In this regard he will be monitored carefully, but unnoticed, and communicate me the results, preventing me from the moment of his departure.»

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Goya en el lecho de muerte. Litografía de Fernando de la Torre.
Goya in her deathbed. Lithograph of Fernando de la Torre.

No hay más. En esencia, Goya llevará una vida relativamente tranquila, en la vecindad de sus amigos y sin manifestar públicamente inquietudes de tipo político. Nunca, en ningún momento, hará intención de cambiar de nacionalidad. Por el contrario, permanece hasta su muerte en Burdeos fiel a sus ideas y a su condición de aragonés y español.

Y respecto a Picasso, como decíamos anteriormente, hay un segundo informe sobre él, desfavorable a los efectos de su nacionalización francesa, fechado por la Dirección de  Informes Generales y el Juego, cuarta sección, brigada criminal el 25 de Mayo de 1940.  Comienza indicando que Picasso y su esposa Olga no viven bajo el mismo techo. Que él llegó a Francia en 1900 para estudiar pintura, que vive en el domicilio ya indicado anteriormente y que ha pagado 700.000 francos de impuestos en 1939.

Añade, entre otras cosas, que Picasso es conocido de sus servicios por haber sido señalado como anarquista (palabra subrayada en el informe) en 1905. En aquel momento vivía en el 103 del boulevard de Clichy, en casa de un compatriota, Pere Mañach, igualmente anarquista y vigilado por la prefectura de Policía. Lo cierto es que parece que Mañach no era exactamente anarquista, sino que al parecer había sido afectado de manera extraordinaria por los errores y derrotas de su propio país (España) a lo largo de las expediciones coloniales y en particular en Cuba. Pero la interpretación que emana de este apartado del informe tuvo consecuencias posteriores, al ser registrado su nombre en la “lista roja” de la prefectura de Policía que, naturalmente, hará de Picasso alguien a quien vigilar y del que conviene desconfiar.

Y el informe continúa señalando que a pesar de tener 30 años (tenía 32), no había rendido ningún servicio a Francia durante la guerra (subrayado). Se le acusa también de haber conservado sus ideas extremistas, evolucionando hacia el comunismo (también subrayado). Y añade el informe que durante la Guerra Civil española, cada mes enviaba grandes sumas de dinero a los gobernantes, quienes, en reconocimiento, le habían nombrado conservador de los museos nacionales españoles.

En la página tercera del dicho informe se indica que “el 7 de mayo último, Picasso había sido objeto de un informe señalando que se encontraba en un café situado en el 172 del boulevard Saint-Germain, (el café de Flore), y que había sido llevado aparte por un oficial polaco vestido de civil, cuando criticaba abiertamente a nuestras instituciones y estaba haciendo apología de los Soviets”. Continúa el informe añadiendo que “Picasso había declarado a muchas personas que tras su muerte sus colecciones serían legadas al gobierno soviético (subrayado en el informe), con lo que se demuestra, todavía más, que este extranjero tiene una manera singular de agradecer al país que le ha permitido alcanzar una situación extraordinaria, lo que nunca le hubiera ocurrido en España”. Y que “parece ser” que tenía una conducta deplorable en París y que anunciaba abiertamente las ideas comunistas y que había pegado en las paredes del piso de su padre grabados representando la hoz y el martillo (subrayado en el informe).

Concluye el informe afirmando que del conjunto de informaciones recogidas “este extranjero no tiene ningún título (mérito) para obtener la naturalización” (subrayado) y debe ser considerado “como sospechoso  desde el punto de vista nacional” (subrayado).

Firmado “P de P”, no lleva firma y en él es evidente que el punto de vista político es determinante. Se trata, en realidad de un informe de policía política que se pronuncia, en cierta medida, en función del pasado  y el presente político de Picasso. Por último es interesante precisar que el partido comunista fue prohibido a partir del 26 de septiembre de 1939, a continuación del Pacto germano-soviético, y que la prefectura de Policía, desde finales de 1939, se lanza a una política de represión anti-comunista, y Picasso está considerado más como un comunista notorio que como un compañero de viaje, con lo que en cierto modo dice más del estado de ánimo de las autoridades francesas en 1940, que del propio estado de ánimo de Picasso, que ya era una figura mundial, altísimamente cotizado y reconocido. De manera que Francia perdió la posibilidad de contar entre sus compatriotas con uno de las más grandes, si no el pintor más grande.

Queda de esta manera rechazada la pretensión de Picasso y éste, ignoro si avergonzado o  herido en su amor propio , a partir de ese momento practica el silencio más hermético sobre este asunto y, en todo caso, se mostrará mucho más ferviente de su condición de español.

Muere en Mougins el 8 de abril de 1973 y es enterrado en el château de Vauvenargues el 10 de Abril.

A su muerte, deja 1.880 pinturas, 1.335 esculturas,7.089 dibujos, 200 cuadernos (conteniendo 5.000 croquis), 880 cerámicas y alrededor de 20.000 grabados.

Gonzalo de Diego

Goya, Picasso y Francia (I)

Entre las muchas concomitancias, parecidos y semejanzas que, sin duda, podemos encontrar entre estos dos genios del arte universal, una de ellas y quizás la más importante sea su condición de españoles.  Y de españoles que vivieron en Francia exilios o estancias más o menos prolongadas y por diferentes motivos. Pero que nunca renunciaron a su condición de españoles, que se sepa.

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Autorretrato con gorrilla • Self-portrait with cap

 

Picasso vivió allí toda una larga y fecunda vida y, sin embargo, Goya lo hizo por un período de casi cuatro años y al final de su vida (30 Mayo 1824 hasta su muerte en 16 Abril 1828), con dos breves estancias en Madrid en 1826 (obtiene la Jubilación) y en el verano de 1827 para arreglar asuntos personales. Los motivos de sus, mejor llamémosles expatriaciones, fueron por su condición de españoles y en esencia por sus ideas avanzadas respecto a las imperantes en las respectivas autoridades de su país, sobre todo en el caso de Goya, y porque París es el foco de atracción y el centro del arte europeo y universal en el momento en que Picasso decide abandonar Barcelona, e iniciar una carrera con mayor carácter internacional.

No se conocen manifestaciones verbales ni escritas de Francisco de Goya en las que declarase su intención de naturalizarse ciudadano francés. Más bien, por el contrario, siempre se sintió profundamente unido a España y así lo manifestó frecuentando preferentemente círculos de artistas e intelectuales españoles, tanto en Burdeos, como en los escasos meses en que visitó Paris. Por otro lado, Goya nunca habló francés, cuestión harto comprensible por su avanzada edad y por su vulnerable condición de sordo casi absoluto. Y casi exclusivamente frecuentó ambientes españoles, salvo alguna excepción relacionada con artistas o con litógrafos.

Caso bien distinto es el de Picasso,  puesto que éste sí vivió prácticamente casi toda su vida en Francia. Se integró totalmente en dicho país aunque nunca renunció a su condición española, ni olvidó su nacimiento malagueño y la muy importante etapa de su vida en Barcelona. Puede decirse sin temor a equivocación que sí hay un Picasso francés, y muy francés, sin dejar de ser español y muy español. Cosa que no cabe tan apenas en la calificación de Goya.

 

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Autorretrato de Picasso a los 20 años • Picasso’s self-portrait at age 20

 

Así, siempre hemos pensado que Picasso nunca quiso nacionalizarse francés, aunque lo cierto es que sí deseó hacerlo en un momento determinado: Lo podemos leer en el libro titulado “Dans les secrets de la Police (Les trésors inédits des archives de la Préfecture de Police”) editado por L’Iconoclaste en 2008 y que recibo gracias a mi buen amigo y colega en el MGA Jean-Baptiste Bourrat, secretario general de Editions Les Arenes.

En dicho libro (págs. 230-231) Pascal Bonafoux reproduce las solicitudes de carnets de identidad hechas por Pablo Picasso y Olga Khokhlova, su primera mujer, ambos de nacionalidad española según consta en el recibo de la respectiva solicitud. La nacionalidad española de Olga lo es, naturalmente, por matrimonio.

Pero una cosa es pedir un obligado carnet de identidad de extranjeros y otra pedir la nacionalidad. La demanda de nacionalidad francesa de Picasso constituye todo un dossier que forma parte de un conjunto de archivos incautados por los alemanes en 1940, luego transferidos a la URSS en 1945 y devueltos al estado francés en 2001. El descubrimiento de semejante documento, en 2004, constituyó una gran sorpresa: el pintor nunca habló de esa solicitud con ninguno de sus familiares ni amigos.

Lo cuenta Pascal Bonafoux de la siguiente manera: “En este mes de abril de 1940, ¿qué sabe de él el funcionario de policía que lee y relee las piezas del dossier “Picasso”, pintor español nacido el 25 de octubre de 1881 en Málaga? El artista acaba de solicitar su carta de naturalización francesa. Desde principios de año, inquieto, Picasso no sabe qué hacer. La guerra declarada el 3 de septiembre de 1939 le enloquece. Confía a su secretario Sabartés: “Si hacen la guerra para fastidiarme, han llevado las cosas demasiado lejos, ¿no crees?”.[/one_half]

 

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Solicitud de nacionalidad francesa, firmada por Picasso • Application of French nationality, signed by Picasso

 

Está desamparado. En repetidas ocasiones, acaba de hacer  idas y venidas entre París y Royan, en donde, desde principios de año, alquila el segundo piso de la villa de los Voiliers. La propietaria no ha visto allí a nadie más que a él mismo y a su fiel Sabartés. El pintor se siente allí en terreno neutral, tan lejos de Dora Maar como de Marie-Thérèse.

¿Anarquista o comunista?

El funcionario de policía ignora, sin duda, que Picasso ha mandado embalar en decenas de cajas sus lienzos de la calle La Boétie y de la calle des Grands-Augustins, una empresa «tan complicada como desmantelar el Louvre». Por el contrario, sabe que  este pintor es célebre….. ¿cómo ignorarlo?  “Guernica” en el pabellón español de la Exposición internacional, ha escandalizado. Si, a los ojos del crítico de arte Jean Cassou, “expresa nuestra más íntima tragedia”, en revancha ciertos dirigentes de la República española han condenado una pintura “antisocial, ridícula y completamente inadecuada”.

De qué admirarse si, condenado por los comunistas, este pintor no sería anarquista, como le califica un viejo informe de 1901. Pero ¿la amistad que le une con Èluard daría a entender que fuera comunista?. Francia en guerra, se pregunta sin duda este funcionario, ¿tiene necesidad de dar la nacionalidad a semejante individuo?. Cuando incluso, según Cocteau, lleva “una vida de vagabundo bajo un puente de oro”… La administración dejará esta solicitud sin respuesta.[/one_half]

 

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Cajas, procedentes de Moscú, conservadas por la Policía francesa. • Boxes, from Moscow, preserved by the French police.

 

Lo cierto es que Picasso, coincidiendo con la invasión de Dinamarca y Noruega por las tropas de Hitler, solicita oficialmente la nacionalidad francesa y lo hace ante la autoridad competente el día 3 de Abril de 1940. Toda esta jugosa e interesante información viene ampliamente pormenorizada por Armand Israël en el libro escrito junto con Pierre Dax y que con el título “Pablo Picasso. Dossiers de la Préfecture de Police 1901 – 1940” fue publicado por Éditions Acatos en 2003.

El 23 de abril el Ministerio de Justicia francés solicita a la Prefectura de policía la  apertura de una encuesta que permita formarse una opinión sobre la solicitud. A tal efecto, el 26 de abril  la comisaría de policía de la Madeleine convoca a Picasso para el 7 de mayo y le solicita una documentación que, en resumen, corresponde a una declaración jurada de no haber sido nunca condenado en Francia, ni en España, ni en ningún otro país; su declaración de impuestos de 1939;  copia de su contrato de arrendamiento en el inmueble del 23, rue de la Boétie; un certificado de domiciliación, firmado por el portero de la finca, quien certifica efectivamente que Picasso vive allí desde 1918 y que incorpora también el visado del comisario de policía del distrito.

A la vista de esta solicitud la administración francesa emite dos informes, uno por parte de  la citada Comisaría de Policía del 8º Arrondissement  , que tiene un carácter formal de policía de proximidad; este informe, de 9 páginas, es favorable y consta de declaraciones, documentos y dictámenes sobre el estado civil y situación familiar del interesado, su domicilio, su conducta, la moralidad y su lealtad hacia Francia y su situación militar, su grado de asimilación, su utilidad social y su salud; también sobre su situación económica en la que, por cierto, figura que Picasso había pagado 700.000 francos de impuestos por el año 1939; se añaden sus limpios antecedentes judiciales  y se concluye, el 30 de abril de 1940 con: “Buenos informes”, “Opinión favorable”.

Fin Parte I

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