Blog sobre Francisco de Goya. Espacio de amistad que aglutine a todos aquellos amigos de Goya o de lo que representa Goya, a la manera de un club on line.

El buen ojo

“La ciencia tiene sus protocolos y el protocolo científico exige que para investigar haya método y, precisamente, el “ojo” es la negación del mismo, y en esto hay consenso” (sic).

Contra el ojo como don, el método es el debate y el consenso,  sostienen juiciosamente Jesusa Vega y  Julián Vidal en las Actas del congreso Memoria y significado. Uso y recepción de los vestigios del pasado, editadas por el departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valencia (España).

Los especialistas se quejan de que se han revitalizado mitos que se creían superados en la ciencia del arte como el del “buen ojo”. “Este método para practicar atribuciones, basado en el encendido elogio del ojo que observa y certifica lo que ve, ha dejado una huella nociva. Quienes lo practican lo llaman experiencia visual ; otros, buen ojo u ojo clínico y para los que no lo tienen, ojo de cristal y fue la justificación aparecida a mediados del siglo XIX”. El ojo se prioriza incluso por encima de la documentación de la pintura que investigan. Y se utiliza, tanto para cuestionar autorías, como para descubrir nuevas autorías……de Goya. El fijo de salida, el que siempre está en el “ojo” del huracán es….. Goya.

En mi opinión otra cosa que debería ser muy distinta es la atribución. Para tal será necesaria, si no imprescindible, algo más que una mirada entrenada. Digo yo. «Huida a Egipto» y «Muerte de San Alberto de Jerusalén», dos lienzos que han permanecido supuestamente ocultos en un convento de las Carmelitas de Cuenca (España), han sido atribuídos el mes pasado a la obra temprana de Francisco de Goya.  ¿Qué método se ha seguido en este caso?

Los cuadros se exhiben en una exposición organizada por las monjitas de Cuenca y temerariamente se afirma que permanecían ocultos. Pues si ocultos, ¿cómo en exposición? Y, coincidiendo con ésta, -a pesar de estar ocultos- son descubiertos y publicados. Pero ¿cómo puede ser? ¿cómo se explica?. Cuenca está a escasos 160 km. del Museo del Prado, la mayor colección de Goya del mundo….. o del Museo de la Academia de San Fernando y la Calcografía Nacional  y nadie se había enterado.

Eso sí, hay un experto que los atribuye a Goya “aunque no se ha realizado ningún tipo de estudio científico para comprobar la autoría de ambos lienzos” pero, por si faltaba algo, “no ha consultado con ningún experto del Museo del Prado, ante su deseo de ser dueño de su «propia opinión».

Por otra parte, el director de la revista que publica la noticia del descubrimiento y atribución, ha asegurado que normalmente cuando alguien atribuye una obra a algún clásico del arte siempre piden segundas opiniones, aunque en esta ocasión no lo ha hecho al primar «el criterio» del experto que nos ocupa, «quien ha demostrado en muchas ocasiones que es un buen investigador».

Como vemos,  . Título este de experto al que  ignoro cómo se accede verdaderamente, pues abarca condiciones que sospecho inescrutables hasta para los propios expertos, quienes  deseosos de aprender, en su fuero interno se diría que hasta sospechan de su debilidad como expertos.

Sabido es que el artista dibuja a sentimiento y que el yesaire  enluce una pared a buena vista. O que el médico internista, y no digamos ya el clásico de cabecera de toda la vida, diagnosticaba  de un modo que hoy prácticamente ya no se ejerce en occidente. Y lo que está claro hoy en día es que emitido el juicio del experto, automáticamente surge  cerca o lejos otro experto que opina radicalmente lo contrario, pues como en este caso podrá aducir que todavía no se han aportado datos científicos que demuestren la nueva atribución.  Y como se dan tan pocos argumentos objetivos, y todo es tan ligero y apresurado, cualquiera con un  mínimo de sentido común está autorizado  a poner en duda lo que nos cuentan, y a pensar si no estaremos ante otra visión estrafalaria de Goya, porque sospecha uno si no serán muchos de estos expertizajes lo que en el riquísimo español no deja de ser un a ojo de buen cubero, un pálpito más o menos repentino, un darle a uno en la nariz o, sencillamente, ganas de tomar la posición antes de que otro experto se adelante y lo publique primero. Porque los argumentos esgrimidos en este caso pueden dar pie a esta y a otras interpretaciones posiblemente tan peregrinas como las del experto.

Quizás por todo ello la repercusión ha sido escasa y como “de lo que no está documentado no podemos hablar”, el mundo académico lo ha recibido en su línea habitual, dedicándole un caritativo silencio. Muy posiblemente porque ya no están los tiempos para estas cosas, más o menos insólitas y aparentemente improvisadas, sino que por el contrario hoy en día se utilizan hasta el límite sistemas de trabajo rigurosos  que tratan, generalmente con éxito, de cubrir con exactitud todos los aspectos favorables y desfavorables de cada cuestión, aquilatando hasta los detalles y trazos más nimios.

Pues bien, esta exhaustiva manera de trabajar es también la que regularmente utilizan las instituciones culturales más prestigiosas en todo el mundo. Razón por la que personalmente, y como un interesante método para forjarse una opinión sobre un cuadro, me  quedo con el estupendo decálogo –que en realidad comprende doce apartados- de “l’ Affaire Velásquez”, la atractiva novela de Thomas Hoving, antiguo conservador en jefe del Metropolitan de Nueva York. Publicado hace 25 años (edición francesa por Silvie Messinger. Paris, 1989).

Dice así:

1.-     Anotar la primera impresión.

2.-     Describir la obra en sus menores detalles, para obligaros      a verlo todo.

3.-     Determinar la condición del objeto, sus defectos, su edad.

4.-     ¿Tiene un uso específico?.

5.-     El estilo.

6.-     El sujeto, el asunto, el tema.

7.-     La iconografía.

8.-     Lo histórico.

9.-     La bibliografía.

10.-  Pedir una opinión ajena.

11.- Análisis científico. Anotar los resultados de todas las      investigaciones (microscopio,  test químicos, rayos X,    infrarrojos, ultravioletas, espectrógrafo,          termoluminiscencia, etc., etc.).

12.-  Volver a la primera impresión y, si todavía se sostiene, afirmarse en ella.

A  la vista de cuanto se dice anteriormente, no deja de ser interesante el punto 10º de éste método. A mí, tanto dicho punto como el dodecálogo completo me parece más honrado, qué quiere el lector que le diga. Sobre todo en un momento en el que se utilizan avanzadas técnicas de escáneres, microscopios y pantallas táctiles, se descifran códigos y en algunas Universidades, como la de Dartmouth, se buscan toda clase de pruebas irrefutables y se utilizan imágenes digitales y complejos cálculos estadísticos para autentificar obras de arte.

Gonzalo de Diego

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1 comentario

  1. El lector dice, apreciado Gonzalo, que la ironía de Vd. es comprensible. Incluso más allá de lo que finalmente pudiera ser ratificado por segundas valoraciones, caso que constituiría excepción a la norma. Porque lo normal, a lo que venimos acostumbrados, es que de repente algún «experto» vea la luz y gracias a su “buen ojo” rápidamente atribuya o niege lo que muchos mortales de «buen mirar» no veían o concedían.
    ¿Quizá sea aquello que dijo Anatole France? “La reflexión es una enfermedad que padecen algunos hombres y que acabaría con la especie humana en caso de propagarse”. Quizá.

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