Si no estoy confundido, la National Gallery (NG) de Londres tiene entre sus fondos cinco excelentes cuadros de Goya. Tres retratos: el del pintor y coleccionista Andrés del Peral, el de Isabel de Porcel (pintado sobre otro retrato de un militar en uniforme) y el del Duque de Wellington. Y otros dos cuadros: “Un Picnic” y una escena de “El hechizado por fuerza” pintada para el duque de Osuna. Reconforta verlos allí expuestos y realzada su importancia como salidos de la mano de nuestro Francisco de Goya. Están colgados con toda dignidad y justeza, sin grandes alharacas ni pretenciosos excesos y se agradece la posibilidad de tenerlos tan cerca y paladear sus virtudes.
Retrato de Isabel Lobo Velasco de Porcel
Oleo 82 x 54 cm.
Francisco de Goya, 1804 – 1805
National Gallery, Londres
Pero no es precisamente de esto de lo que quiero escribir aquí. Para mí hay cuestiones que por elementales resultan evidentes y, por ello, no precisan ser demostradas. Basta observarlas y mirar con un poco de atención cómo hacen otros cuando observan, analizan y tratan el arte para que quienes no tenemos su finura intelectual, ni su nivel de conocimiento, aprendamos y sepamos concluir con cierta facilidad de manera que resulten útiles a nuestra formación personal y, si es el caso, para el beneficio de la sociedad en la que nos toca vivir.
Sabido es que los anglosajones son gente que “ve” muy bien el arte. Que lo estudia y analiza hasta el detalle y que sabe relacionar adecuadamente sus aspectos y matices. De ahí que prefieran la seriedad siempre y también para mostrarlos, antes que los llamados “blockbusters”, que en el mundo de las exposiciones son las que se conciben para hacer caja y mucho ruido mediático. Ellos están en un estadio cultural más desarrollado.
En este pasado mes de Abril hemos tenido ocasión de ver en nuestros cines un excepcional reportaje, de tres horas de duración y en versión original, sobre la citada NG. Realizado por el veterano Frederick Wiseman, sigue meticulosamente el sistema habitual de trabajo del cineasta norteamericano: pura observación, mostrando cómo son las cosas allí a través de una captura objetiva de imágenes, que tras el fundamental montaje, consigue un discurso subjetivo lleno de brillante inteligencia.
En su viaje al corazón del museo, que diría el crítico, visita minuciosamente “el lugar, la forma de trabajar, las relaciones con el mundo, el personal y el público, así como sus pinturas”. A lo largo de estos paseos por las galerías muestra la vida de la pinacoteca, sus programas educacionales y la vida íntima del museo. Y puesto que con todo ello hace “una profunda reivindicación de lo público, de la escuela de los museos”, creo que documentales como el que nos ocupa deberían ser de obligada visión no solamente para nuestros dirigentes culturales, -los auténticos y los sobrevenidos por la política o las finanzas- sino también para todos los políticos en general: véanse las reuniones sobre la administración de los presupuestos, la absoluta falta de egoísmos personales y la permanente búsqueda de argumentos que lleven inexcusablemente al beneficio global de la institución a la que, en cada puesto y en cada caso, se sirve y se representa.
Tomar conciencia de la importancia de lo que se lleva entre manos; de la gravedad de primer orden, de la indispensable profesionalidad en todos y cada uno de los puestos de trabajo y dirección. Que se puede hablar, y se habla, de todo (reunión marketing), en serio y reflexionando todas las propuestas.
Desde el auténtico profesional que restaura y realiza los marcos, pasando por el especialista en iluminación que conoce al dedillo cómo manejar la complicada estructura del ordenamiento lumínico para la perfecta visión de los cuadros, realzando la obra y evitando el menor perjuicio que el exceso pudiera causar; por el especialista laureado que sabe el porqué de las cosas, y el para qué de los medios que utiliza; la maravillosa conclusión de los especialistas en la restauración que alcanzan el dominio de la cuestión y que una vez conocido el resultado del más concienzudo de los estudios, toman la precaución de interponer un barniz perfectamente eliminable en su momento (si el futuro lo necesita o aconsejase de manera que la restauración sea la adecuada a los cánones actuales, pero que no impida aquello que en el futuro pudiera creerse mejor solución). Por cierto que a este respecto es muy interesante, en la actual exposición de van der Weyden en el Museo Nacional del Prado, observar cómo se sigue idéntico principio en la restauración del famoso calvario.
Virtudes y procedimientos, sistemas de trabajo que suponemos a la orden del día en todos los grandes museos internacionales que por el mundo son, aunque ignoremos la prueba fehaciente de que así sea en alguno de ellos.
Y muy importante: en el documental sobre la NG vemos que también hoy en día es necesaria, y se busca con fruición, la participación del gran público no solamente con su asistencia, sino en las decisiones y en los actos de los grandes museos, de las grandes manifestaciones culturales. Participación real en las exposiciones, grandes ciclos de conciertos, conferencias, publicaciones. Es el signo de los tiempos. Hacia ello vamos.
Este de la NG es un procedimiento de trabajo que recuerda al que hace un avezado jockey con la necesaria anticipación, unos centenares de metros antes de llegar a la meta. Ese “estar a la llegada” perfectamente bien colocado ya desde la última curva, para el momento decisivo. Sí, los británicos saben mucho de arte….. y de caballos. Y de relacionar acontecimientos, observaciones, objetos, cosas y sentimientos para mejor entender la vida y lo que el arte significa. Pero tampoco supone todo ello un gran misterio que pueda estar vetado a los latinos o los orientales, por poner otros ejemplos. Es más un sistema de trabajo, una meticulosidad en los procedimientos para los que, ni es impedimento la lengua ni la cultura de cualquier otro pueblo antiguo y bien preparado, y culturalmente predispuesto.
Pues bien. Vayamos a Goya. Si volviera a nacer, que es una frase recurrente, seguro que estaría encantado de ver cómo algunas de sus obras viven en la NG, son visitadas por 6,5 millones de espectadores (datos de 2014) en el segundo museo más visitado del Reino Unido y son cuidadas y ofrecidas de manera tan honorable.
Sin embargo Goya no se sentiría contento, y es triste, si viera cómo se ofrece su figura y su obra precisamente en la tierra que le vio nacer. En un país como España, que está por encima de sus verdades y en el que oficialmente se dice que la cultura genera marca, pero ésta es tan poco brillante. En su tierra natal, Zaragoza, el último año ha vivido un calamitoso camino lleno de errores, con dos exposiciones tipo blockbuster (la de hace un año y la de ahora mismo). Que entonces se inició torpe y provincianamente en lo amistoso paisano y que termina ahora bajo el paraguas del Prado y de su representante más calificada en lo goyesco. Alguien que afirma que el Prado no es el Museo de Goya, sino la Universidad de Goya y que sin embargo hoy da su visto bueno a algo que no siéndolo en absoluto, se califica de museo Goya con escándalo y no es siquiera un lejano amago de la universidad de Goya.
La gallina ciega
Oleo / lienzo 269 x 350 cm.
Francisco de Goya, 1789
Museo Nacional del Prado, Madrid
Rosario de errores y empecinamiento impasible en una ciudad cuyo mejor museo recibe 60.000 visitantes al año: es decir, la centésima parte que la NG en una ciudad que no es la centésima parte de Londres y que, además, dispone de obras de Goya como para conseguir números más importantes. Pero ¿verdaderamente no es esa centésima parte? ¿Acaso será por el desatino de una mala gestión? ¿Es que en Zaragoza no hay ansia de conocimiento? ¿ni capacidad de refinamiento? ¿tampoco deseo de mejora y perfeccionamiento? Que responda el contribuyente a las preguntas.
No, Goya no se sentiría contento. Estaría más bien estupefacto con lo apuntado más arriba, leyendo, viendo y oyendo cómo la primera autoridad cultural de la región, en una reveladora y muy cómoda mesa a tres (mas que redonda), afirma ingenuamente y sin rubor que: “Yo no sé de arte. Pero soy la responsable del arte” (sic). Estupendo.
Gonzalo de Diego
If I’m not confused, the London National Gallery (NG) has among its funds five excellent paintings of Goya. Three portraits: one of the painter and collector Andrés del Peral, the one of Isabel de Porcel (painted over another portrait of a soldier in uniform) and that of the Duke of Wellington. And other two paintings: «A Picnic» and a scene from “The Forcibly Bewitched» painted for the Duke of Osuna. It’s comforting to see them there exposed and enhanced its importance as come out of the hand of our Francisco de Goya. All of them are hung with all dignity and fairness, without large fussing nor pretentious excesses and the possibility of having them so close and taste its virtues is grateful for.
Retrato de Isabel Lobo Velasco de Porcel
Oleo 82 x 54 cm.
Francisco de Goya, 1804 – 1805
National Gallery, Londres
But it is not precisely about what I want to write down here. For me there are issues which by elementals are evident and, therefore, do not need to be demonstrated. Simply to observe them and pay a little attention to how others do when they observe, analyze and treat the art for which those who do not have their intellectual refinement, and their level of knowledge, we learn and know conclude with relative ease, so are useful to our personal training and, if this is the case, for the benefit of the society in which we live.
It is known that the Anglo-Saxons are people who “look” very good the art. That takes advantage of it and analyzes every detail and knows properly how to relate its aspects and nuances. This is the reason why they prefer seriousness always and also to show them, rather than the so-called «blockbusters«, known in the world of exhibitions those which are conceived to make money and much media noise. They are in a more developed cultural stage.
In this last month of April we have had occasion to watch in our cinemas an exceptional report, three-hour duration and in original version, on the aforementioned NG. Conducted by veteran Frederick Wiseman, meticulously follows the usual work system of the American filmmaker: pure observation, showing how things are there through an objective image capture, getting after a basic installation a subjective speech full of brilliant intelligence.
On his journey to the heart of the Museum -that would say the critic- visits thoroughly «the place, the way of working, relations with the world, the staff and the public, as well as its paintings». Along these walks through the galleries shows the life of the art gallery, its educational programs and the intimate life of the Museum. And since with all of this he makes «a deep claim of public, of the school of the museums», I think that documentaries like the one that concerns us should be required viewing not only for our cultural leaders -the authentic and the consequential from policy or finance -, but also to all politicians in general: see the meetings on the management of budgets, the absolute lack of personal selfishness and the permanent search for arguments that inexcusably lead to the overall benefit of the institution which, in every position and in every case, serves and represents.
Be aware of the importance of what is at hand; of prime order gravity, of indispensable professionalism at all and each of the jobs and management. That can speak, and is spoken, everything (marketing meeting), seriously and reflecting all proposals.
From the authentic professional that restores and makes frames, through specialist in lighting heart-knowing how to handle the complicated structure of the lighting system for the perfect view of the pictures, enhancing the work and avoiding the less damage that excess may cause; by the award-winning specialist who knows the reason of things, and for what the tools he uses; the wonderful conclusion of the restoration specialists who achieve mastery of the issue and that once known the result of the most conscientious of studies, take the precaution of bringing a perfectly erasable varnish in its time (if future need it or withholding so that the restoration is adequate to the current canons, but it does not obstruct that which in the future might think is best solution). By the way that to this respect is very interesting, in the present exhibition of van der Weyden in the National Museum of the Prado, to observe how identical principle is followed in the restoration of the famous Calvary.
Virtues and procedures, work systems which we suppose at the order of the day in all the major international museums that around the world are, even if we ignore the evidence it is in any of them.
And very important: in the documentary about the NG see also today is necessary, and seeks to with relish, the participation of the general public not only with its assistance, but in the decisions and acts of great museums, major cultural events. Real participation in exhibitions, great cycles of concerts, conferences and publications. It is the sign of the times. To do this we will.
This of the NG is a working procedure that resembles that makes a seasoned jockey with the necessary anticipation, few hundred metres before reaching the goal. That «be arriving» perfectly well settled already from the last curve, for the decisive moment. Yes, the British know a lot about art… and horses. And relate events, observations, objects, things and feelings to better understand life and what art means. But not all entails a great mystery that can be banned to Latins or easterners, to give other examples. It is more a working system, meticulousness in the procedures for what is not an impediment neither the language nor the culture of any other old people and well prepared, and culturally biased.
So, let’s go to Goya. If he was born again, that is a recurrent phrase, for sure that would be nice to see how some of his works live at the NG, are visited by 6.5 million viewers (2014 data) in the second museum most visited of the United Kingdom, and are maintained and offered so honourably.
However Goya would not feel happy, and is sad, if he saw how is offered his figure and his work precisely in the land where he was born. In a country like Spain that is above its truths and that officially is said that culture generates brand, but this is so lack of brilliance. In his homeland, Zaragoza, last year experienced a calamitous path full of mistakes, with two exhibitions type blockbuster (the one of a year ago and that of right now). That then began narrow-minded and clumsy in the friendly countryman and ending now under the umbrella of the Prado and its most qualified representative in the goyesco. Someone who says that the Prado is not Goya’s Museum but the University of Goya and that however today gives its approval to something that is not at all described as Museum of Goya with scandal and is not even a distant hint of the University of Goya.
La gallina ciega
Oleo / lienzo 269 x 350 cm.
Francisco de Goya, 1789
Museo Nacional del Prado, Madrid
Rosary’s mistakes and impassive insisting in a city which best Museum receives 60,000 visitors a year: i.e. the hundredth part than the NG in a city that is not a hundredth part of London and, in addition, has works of Goya to get most important numbers. But, truly isn’t that hundredth? Is it perhaps because the folly of mismanagement? Is that in Zaragoza there is not craving of knowledge? No refining capacity? Nor desire for improvement and perfection? Let the taxpayer answer these questions.
No, Goya would not feel happy. He would be rather flabbergasted with pointed above, reading, looking and hearing how the first cultural authority in the region, in a revealing and very comfortable table for three (rather than round), says naïvely and without blushing that: «I don’t know about art. But I am responsible for the art»(sic). Super.
Gonzalo de Diego
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